martes, 22 de marzo de 2011

Un día cualquiera

Un día cualquiera, tu dorada adolescencia se hizo trizas. Una tarde cualquiera, en una mateada de compañeros de secundaria, descubriste el verdadero significado de la palabra “desaparecido”. Y lloraste con ella, cuando te contó que su padre era una cifra de aquel incógnito neologismo. Te diste cuenta que la historia que te contaron era una fábula. Y ese dolor te acercó y se convirtió en amor. Y compartiste la tortura de no saber si su padre volvería, si estaba vivo, si era cierto que lo habían visto por ahí. Y un día cualquiera ella se alejó de vos y la vida te llevó por laberintos impensados. Años después, una tarde de confidencia con tu jefe, te enteraste que mucho antes de ser empresario fue un soldado anónimo, y que la madrugada menos pensada en el cuartel les avisaron que durmieran vestidos, porque esa fría noche "habría acción”. Y que al batallón lo despertó una sirena y medio dormidos los acarrearon en los Unimog al centro y que en la casa del horror, donde torturaban, violaban y mataban a enemigos del régimen, acababan de fusilar a dos, en un simulacro de fuga. No lo podía creer: a uno de ellos lo reconoció, pese a que estaba piel y huesos, destrozado por la metralla en aquel pasillo siniestro. El cabo se dio cuenta y se arrimó para preguntarle con un susurro si lo conocía y él respondió que sí, que fue su compañero de trabajo. El cabo, elevando el tono, le volvió a preguntar si lo conocía, si acaso no entendía o si lo cortaron verde. El conscripto se recuperó de su sorpresa y contestó que jamás en su vida había visto al que ya era un cadáver destrozado. Ese día, que no fue cualquiera, sentiste que te hicieron compartir la pesada carga de una pesadilla. Y buscaste alguien cercano a ella para que le contara la verdad, para que no siguiera buscando inútilmente. Pero el mensaje nunca llegó. Otro día, que tampoco fue cualquiera, cuando por vez primera algunos de los represores fueron condenados por uno de esos muertos del pasillo, te reencontraste con ella y le revelaste aquella historia. Y la mentira se desbarató: a su padre y a su amigo los mataron esa noche, pero sólo hicieron aparecer a uno para cerrar la coartada. Se deshicieron del cuerpo de su padre para hacer creer que existió una fuga y que él logró escaparse: que vive riéndose de todos en el extranjero, con otra identidad. En el momento menos pensado, te abrazaste a ella y los caminos paralelos se unieron por un instante, sólo por un instante.

2 comentarios:

  1. los caminos paralelos se unieron por un instante, sólo por un instante.

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  2. creo haber escuchado la primera parte de esta historia, uno de aquellos miércoles. Esos en que cerrábamos la edición. Esa vez diste nombres y me dolieron igual que los demás. Ahora que ato cabo, duelen más.

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